Nuestros realizadores se debaten entre dos tendencias indisolubles: el reto de narrar historias violentas e intimistas que traduzcan las pesadillas del colombiano medio (de Satanás a Esto huele mal) y cierto afán por evadir la realidad mediante recursos de la farsa o aquella sensación de vivir en un mundo satisfactorio (caso Bluff).
Es difícil desligar las estadísticas referentes a espectadores y taquilla de la calidad como tal. Sobre un total de veinte millones de ingresos a salas de cine en el 2006, tres les correspondieron a películas colombianas; es decir, el 15 por ciento. En el año que termina, constatamos que los tres títulos ya mencionados sumaron casi millón y medio de entradas. Sin embargo, otros seis estrenos tuvieron muy baja receptividad del público.
¿Dónde se situaron? Mientras que Apocalipsur (ópera prima del antioqueño Javier Mejía) rompió esquemas juveniles y gritó la confusión atravesada en Medellín a comienzos de los 90, Satanás (traducida por Andi Baiz) partió de una biografía maldita para plasmar la atmósfera corrosiva que afecta a diversos estratos bogotanos.
El documental Un tigre de papel, desde la perspectiva del caleño Luis Ospina, revisó la historia política nacional con un personaje ficticio que tuvo singular figuración en las artes gráficas y presenció los vaivenes de la izquierda durante tres décadas. Sin haber tenido la oportunidad de ver El corazón (de Diego García), sé que ahonda en las esquirlas del conflicto armado.
Bluff (de Felipe Martínez) pertenece al esquema publicitario de quien recrea un mundillo sentimental y picaresco que, no obstante el juego del crimen, evita mencionar al país. En el otro extremo: Juana tenía el pelo de oro (traducida por Pacho Bottía) emergió como una fábula caribeña en concordancia con las raíces del arte popular cienaguero.
El porvenir para el largometraje suena halagüeño si consideramos que una veintena de proyectos se consolidan en su rodaje y corte final, gracias a los estímulos de la Ley de Cine –una de las mejores noticias culturales hasta la fecha–. Los actores del conflicto (Lisandro Duque) al fin entrará en cartelera, y Perro come perro (Carlos Moreno) marcará un hito en el tratamiento caleño de la criminalidad.
Las mejores latinas
El violín (ópera prima del mexicano Francisco Vargas Quevedo) recorrió los caminos transitados por un viejo músico que toma conciencia de la represión en contacto con el paisaje.
Babel (segundo filme en Hollywood de Alejandro González Iñárritu) planteó tres dramas simultáneos en otros tantos continentes con el dinamismo de su habitual puesta en escena.
El laberinto del fauno (según Guillermo del Toro) propuso un cuento de hadas desbordante en medio del pavoroso clímax de la represión franquista.
Las internacionales
La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck) captó las dificultades vividas en la extinta RDA a través del ojo escrutador e insobornable de la intimidad.
El viento que agita la cebada (de Ken Loach) tradujo la lucha del pueblo irlandés por su libertad y los numerosos atentados contra la integridad familiar.
Cartas desde Iwo Jima (creación de Clint Eastwood) reconstruyó desde la óptica japonesa un capítulo heroico transcurrido con total verismo en el ocaso de la guerra.
Escondido (bajo la mirada penetrante del austríaco Michel Haneke) detuvo el tiempo sobre sucesos de la vida cotidiana parisiense que se asocian con un pasado vergonzoso.
Transilvania (del gitano Tony Gatlif) escenificó el delirio y las bajezas que puede sufrir una mujer cuando descubre en territorio rumano no ser lo suficientemente amada.
Obituarios
El mismo día (30 de julio) se fueron dos grandes autores: Michelangelo Antonioni e Ingmar Bergman. Sin olvidar a nuestro admirado Carlos Mayolo; tampoco, a la bella de Hollywood Deborah Kerr, ni al comediante español Fernando Fernán Gómez.
Publication: El Tiempo - El Tiempo Nacional
Provider: Casa Editorial El Tiempo
Date: December 31, 2007
lunes, diciembre 31, 2007
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